Quetzalcóatl
Agustí Bartra

Quetzalcóatl

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Agustí Bartra, FCE, Colección Tezontle, 1960, 185 págs. Primera edición de 1000 ejemplares, al cuidado del autor y de M. Soler, cubiertas originales, sin la sobrecubierta, 24 x 17.5 cm.  Detalles en cubiertas. Exilio Español en México. #elarbollibreriadeuso

"...No creo que en ningún otro mito del mundo haya nada tan bello y cargado de símbolo trascendental como el momento en que de las cenizas del corazón de Quetzalcoatl sale su espíritu en forma de estrella y asciende al cielo. Si Quetzalcoatl es el dador, hombre y dios solar, símbolo del eterno retorno, estrella que muere y astro que resucita, en una palabra, conciencia y creación, Tezcatlipoca, en cambio, es la noche, el que roba y asalta en las encrucijadas, el destructor, el frío del Norte negro, el jaguar, la fuerza ciega de la naturaleza. Quetzalcoatl es, para mí, la encarnación de una grandeza que quiere ser, y es, un poder, mas no una voluntad de poder, como diría Buber. Los contenidos de su fuerza espiritual le impedirían, si por otra parte no estuviera lleno de amor, traicionar su meta por medio de falaces justificaciones. Es un codificador del alma. Tezcatlipoca representa la lucha continua del poder vacío y maniqueo que sólo tiende a su propio acrecentamiento y que si cesara en su acción   —13→   sin misión se derrumbaría como un espectro de corteza en medio del estrépito de los acontecimientos. En cierto modo, Tezcatlipoca es la historia en su aspecto deshumanizado: lo que se cierra para devorar lo que ha apresado. Veo a Quetzalcoatl como el héroe espiritual que se niega a combatir la violencia con la violencia. Ha de crearse por la palabra y por la acción luminosa, se derrama, abraza, conquista espíritus, canta la vida porque la vive en la plenitud del yo-tú-él, grávido de conciencia terrestre y de verdades atravesadas por el espíritu. Si frente a Tezcatlipoca su actitud es prometeica, la conciencia de su condición humana le evita toda desmesura. Así, lo acompañan Nanotzin, la mujer, y Xelhua, el discípulo más amado.

Tuve que desnudarme de muchas cosas para poder sumergirme en el poema, donde lo fundamental me esperaba, los temas en torno a los cuales había yo girado siempre: Amor, Tiempo y Muerte. No necesitaba más para cantar a la vida. El resto eran presencias. Y misterio. «Algo muere en todo nacimiento, algo nace en toda muerte...», digo en alguna parte de mi poema. Y así era yo mientras componía mi Quetzalcoatl: nacía y moría. Vivía la aurora de las palabras, el fuego de los signos, el grito de las atalayas que retumba en las oquedades. Sufría y era feliz. Y me rodeaban rostros de hermanos. Lo que he hecho me lo dirán tal vez los ecos, si mi voz hace saltar lo dormido, si cae como hilo de agua en la boca que modela una hora profunda..." Agustí Bartra.


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